viernes, 15 de octubre de 2021

¡Descubre qué tipo de piel tienes, sus características y necesidades!

La piel está sometida, día tras día, a factores externos que la afectan y transforman. El clima, la contaminación del aire, el polvo, la suciedad y el humo de tabaco, entre otras partículas, hacen que no esté 100% limpia y cuidada. Por ello, a veces puede ser complicado mantener una piel bonita y saludable. Aún así, el cuidado cutáneo también está en nuestras manos, debido a factores como la alimentación, etc. Así que... ¡hay que hacer algo!


Para lucir la mejor piel posible, cada persona debe conocer el tipo de piel que tiene y, en consecuencia, tratarla de la manera que convenga. ¡Conocernos un poco más implica cuidarnos mejor!



¿Qué tipo de piel tienes?


  • Piel seca:

Si tu piel es áspera y te provoca picor o sensación de tirantez, tiene todas las características de la piel seca. Este tipo de piel se manifiesta con un aspecto pálido y desvitalizado, descamación, enrojecimiento o, incluso, irritación.


La piel seca se produce debido a una pérdida de humedad y aceites naturales. Más concretamente, se trata de una alteración del factor natural de hidratación (FNH), que regula la producción de sebo y el nivel de hidratación. Asimismo, la falta de lípidos cutáneos, que actúan como una barrera de protección natural, genera un incremento de la pérdida de agua.


No hay que confundirla con la piel deshidratada, ya que aunque también sea tensa y provoque malestar, ésta sólo se da puntualmente.


La piel seca suele empeorar en invierno, por lo que hay que evitar factores externos como el frío, la calefacción o el viento, en la medida de lo posible. Del mismo modo, utilizar agua muy caliente aumenta la deshidratación de la piel.


Para cuidarla, es fundamental beber mucha agua, evitar las altas temperaturas y hacer una limpieza suave, sin frotar. Utilizar productos hidratantes y nutritivos: cremas, leche, pomadas, bálsamos o aceites también es conveniente para reequilibrar la pérdida de humedad.



  • Piel grasa:

Este tipo de piel se caracteriza por su brillo, grasa, y por la presencia de poros dilatados y puntos negros. La piel grasa se origina debido a un exceso de sebo en la epidermis. Por este motivo, suele ir acompañada de acné.


Si tienes la piel grasa, utiliza productos limpiadores que no sean agresivos, exfolia la piel, utiliza aguas micelares y, sobre todo, desmaquíllate bien. De esta manera, eliminarás las impurezas y las partículas que durante el día impactan sobre la piel. La limpieza debe ser profunda y hacerse dos veces al día, por la mañana y por la noche.


En cuanto a las imperfecciones, consulta a tu dermatólog@ y utiliza tratamientos específicos y adecuados para ti. Tomar el sol te ayudará a secar las lesiones provocadas por el acné y a disimular los granitos.



  • Piel mixta:

¿Cuántas veces has oído hablar de la zona "T"? Sí, es la zona de la cara conformada por la frente, la nariz y el mentón. Cuando nuestra piel es mixta, estas áreas suelen presentar imperfecciones, como poros abiertos, puntos negros o brillos. En cambio, las mejillas pueden tener una hidratación correcta o sufrir sequedad.


En estos casos la epidermis sufre un desequilibrio, ya que una parte de la cara se muestra grasienta y la otra seca o normal. Así pues, tratar las pieles mixtas puede ser más complicado de lo que parece, porque mientras se intenta eliminar la grasa, también hay que evitar la deshidratación de las zonas normales o secas. ¡Hay que prestar atención a las reacciones de las diferentes zonas! Tómatelo con calma, limpia la piel en profundidad y evita utilizar agua muy caliente o muy fría.


En cuanto a los productos, utiliza los que no llevan aceites y en la zona "T" aplica cremas que no sean grasas y exfoliantes un par de veces a la semana. En las zonas normales o secas utiliza productos hidratantes para evitar la irritación.



  • Piel sensible:

La piel sensible es una piel intolerante, que reacciona más de lo normal ante estímulos que no deberían ser un problema, ya que no afectan a las personas con otro tipo de piel.


En estos casos, hay factores externos e internos que pueden provocar sensación de picor, calor u hormigueo en la piel. Entre los más comunes encontramos: el calor, el frío, el viento, las variaciones de temperatura, los jabones, el agua, el estrés, la menstruación, la menopausia y la alimentación.


Este fenómeno, que cada vez es más común, se produce debido a una alteración de la epidermis; la función protectora y de barrera disminuye, deshidratando más la piel y permitiendo una mayor penetración de agentes irritantes. Además, las pieles sensibles segregan una gran cantidad de neurotransmisores y causan más inflamaciones.


Algunas de las curas cotidianas que se pueden llevar a cabo para paliarla son: evitar la exposición al frío ya los productos irritantes y agresivos, como los exfoliantes, y la exposición solar desmedida y sin una fotoprotección adecuada al tipo de piel.


Para este tipo de piel es necesario utilizar productos suaves y aptos para pieles intolerantes y no utilizarlos en exceso. Además, hay que frotar la piel con mucha delicadeza y es primordial no abusar del maquillaje.



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